A mis padres, que tanto me quisieron e hicieron por mí en el pasado.
A mi mujer, que tanta confianza ha tenido en mí hasta el presente.
A mis hijas que son, con el resto de las personas, el futuro de la humanidad.
A los compositores clásicos de música que con sus composiciones me acompañaron en los momentos de tristeza, de rabia, de sosiego y de alegrías sin que nunca se los podamos pagar.
A Sócrates, Platón y demás pensadores de la filosofía, oriental u occidental, que en su confianza en el hombre me sirvió de agarre para para salir del más profundo de los pozos, de la más oscura de las cuevas para poder volver a decir, vivo.
A los que sufren sin motivo aparente o por las circunstancias, porque, aunque no pueda cambiárselas, si podrán aprender a hacerles frente de la mejor de las formas.